Donación
Siembras con amor, cosechas esperanza. Dona y transforma vidas en Cristo.
Su Apoyo Transforma Vidas y Fortalece Nuestra Misión
En Templo Emanuel, queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a cada uno de ustedes por su generosa contribución. Gracias a su apoyo, podemos continuar con nuestra misión de servir a nuestra comunidad, predicar el evangelio y expandir el reino de Dios. Cada donación, grande o pequeña, es un testimonio de su fe y compromiso. Juntos, estamos marcando la diferencia en las vidas de muchos, y estamos profundamente agradecidos por su amor y generosidad. Que Dios los bendiga abundantemente.
Misionero
En los rincones más apartados de México, donde la tierra reseca cuenta historias de olvido y las estrellas parecen ser el único refugio de quienes miran al cielo con esperanza, un misionero camina como una llama encendida por el amor de Dios. Su andar no es casual, es un llamado divino que lo lleva más allá de los caminos conocidos, hacia lugares donde las almas esperan, sin saberlo, un mensaje que les devuelva la vida.
Con una Biblia en la mano y una fe que no conoce fronteras, él se adentra en comunidades donde el dolor, la soledad y la necesidad han echado raíces profundas. Pero allí, en medio de esas realidades, sus palabras son como agua en el desierto, refrescando corazones marchitos y despertando la certeza de que no están solos. No es un simple viajero; es un mensajero del cielo, llevando en sus hombros el peso de la misión más grande: ser las manos, los pies y la voz de Dios en la tierra.
En cada mirada que cruza, ve el rostro de Cristo. En cada abrazo que da, comparte un amor que no es suyo, sino del Dios que lo envió. Y en cada oración que eleva, las cadenas de desesperanza comienzan a romperse. Bajo el cobijo de un cielo infinito, este misionero se convierte en puente entre lo humano y lo divino, en un faro que guía a las almas perdidas hacia la luz eterna.
No es solo un acto de fe, es un acto de amor puro, ese amor que no busca nada a cambio, que sana heridas invisibles y que recuerda a cada persona que, aunque el mundo los haya olvidado, Dios jamás lo hará. Y mientras camina, mientras lleva consuelo, verdad y esperanza, el eco de su misión resuena: “No soy yo quien va, es Cristo en mí. No soy yo quien ama, es el amor de Dios que alcanza”. En cada rincón donde pisa, florece un milagro, y el cielo sonríe porque una vida más ha recordado que siempre ha sido amada.
Dios Provee, Nosotros Damos
El acto de dar es un reflejo del amor de Dios en nuestros corazones. Al donar, no solo apoyamos las necesidades de nuestra iglesia, sino que también sembramos en el Reino de Dios, haciendo posible que su amor, gracia y esperanza lleguen a aquellos que más lo necesitan. Cada ofrenda, grande o pequeña, tiene el poder de transformar vidas, de compartir el evangelio y de extender el alcance de su misericordia. Recordemos las palabras de Jesús: ‘Dios ama al dador alegre’ (2 Corintios 9:7). Al dar con un corazón generoso, estamos honrando a Dios y permitiendo que su obra continúe en nuestra comunidad y más allá. Que nuestras donaciones sean un acto de fe y gratitud, un reflejo de nuestra confianza en Él y una respuesta a su inmenso amor.
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros un futuro y una esperanza.» Jeremías 29:11
El Señor es mi pastor, nada me faltará. – Salmos 23:1
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. – Filipenses 4:13
El que cree en mí, aunque muera, vivirá. – Juan 11:25
Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. – Mateo 28:20